Foto Por: CNN Español
Él la toco. No solo la toco, le pego. Paso en una noche caliente Cartagenera, de las que se suponen que son de familia y paz. Él cruzó una línea que no había cruzado antes. Claro, el abuso estuvo ahí desde siempre, pero todo el mundo se había acomodado a su agresividad, a su mal genio porque al final del día, él era el patriarca, el proveedor, y a él no se le discutía. Pero esa noche los patrones de abuso que la familia había aguantado por años llegó a un punto de derrame y no hubo vuelta a tras. Ella es una mujer adulta que estaba en la casa de sus padres arreglando detalles cotidianos para el mejor funcionamiento de la casa de sus padres, pero en una discusión aparentemente inconsecuente, el padre estalló, le pegó, le dejó la cara ensangrentada, y con él la familia también estalló.
Después del ataque, en un impulso de valentía, ella llamó a la policía. Su padre le había pegado un puño en la cara, una cacheteada también. La dejo en tal estado que su boca estaba hinchada, no podía masticar, estaba morada. La policía llegó. Un hombre y una mujer los dos uniformados, entrando con pasos tímidos con la esperanza que pudieran ayudar de alguna forma. El día era un disco rallado, a ella le tocó contar la historia una y otra vez, repitiendo, repitiendo, repitiendo, el evento traumático que acabo de voltear su mundo boca abajo. Los policías asentían la cabeza "la entendemos, señora" "lo sentimos mucho, señora" "está segura, señora". Al mismo tiempo ella llamó a la fiscalía, necesitaba encontrar una forma para alejar al hombre que solía ser su padre. Durante el ataque, su hermana, a la que también empujó el padre, logró grabar el momento en el que el hombre perdió el control. El video lo mostraba todo, el momento en el que él agarró la rabia, el momento en el que él la agarro a ella. Aunque tenían evidencia y testigos, el miedo que sentían era de otro mundo. Sabiendo que el hombre convertido en toro podía volver a entrar a su casa y romperle la cara otra vez tenía a todos pálidos de miedo, pero persistieron con el proceso legal. Sería ideal poder decir que la policía ayudó, que alejaron al padre de ella, que está historia no se repetirá, pero eso no fue así. Paso un día, dos, una semana, cuatro, y al llegar un mes la fiscalía por fin le respondió a la mujer, aconsejando que adoptara un proceso de conciliación con su padre, de perdón. Dentro del mundo legal se podían poner ciertas reglas para protegerla, pero eso involucraba un proceso burocrático muy largo que estaban seguros de que no era uno al que ella se quisiera someter. Ella persistió, el miedo que la consumía a ella, a sus hermanos, a sus hijos, y a los que fueron testigos del ataque era algo inimaginable. Ella trabajó para la empresa de su papá toda la vida y corría el riesgo de que él se lo quitara todo, y seguir con la denuncia la ponía en una situación más vulnerable aun, porque en una de sus rabias, el hombre sería capas de cualquier cosa. Sus días se convirtieron en torbellinos revueltos de abogados, asesores, financieros, psiquiatras, la familia la apoyaba, pero también estaba con un miedo agudo. Un miedo de esos que les dan a los niños chiquitos cuando se les apaga la luz por la noche.
Alrededor de dos meses después, por fin llegó el día en el que el padre, ella, y la fiscal se reunieron para determinar los componentes legales del conflicto. Gracias a dios ella es una mujer adulta, y el atacante fue su padre, un hombre que vivía en otra casa. Si fuera un abuso entre pareja, o un abuso generado por alguien con el que ella vivía, hubiera terminado en el hospital por los golpes. Hubiera tenido que esperar todo un mes antes de que las instituciones gubernamentales interfirieran, un mes en el que un golpe se convertiría en diez, veinte, más. Al final, el proceso con la fiscalía llegó a nada. La institución gubernamental le dio el lado al hombre con la idea que la compasión y el perdón debería regir las relaciones. Ella es una mujer fuerte, esto no la romperá, pero desafortunadamente todos los días hay situaciones peores. Situaciones en las cuales las mujeres no denuncian los abusos contra ellas porque saben que hacerlo llevará a nada, que su atacante probablemente saldrá victorioso, y no solo victorioso sino que empoderado y rabioso también.
Por el proceso lento, ineficiente, y machista que maneja los abusos domésticos, miles de mujeres se quedan calladas, golpeadas, con miedo, porque saben que el proceso que se estableció para sacarlas de esas situaciones solo las pondrá en más peligro. Esto es una historia real, paso en Cartagena, le paso a una familia que parecía tenerlo todo. Ella sigue en el proceso de protegerse en este momento. Escuchar estas historias genera grandes preocupaciones relacionadas con el estado de las instituciones en Cartagena, en Colombia, y en el mundo en general. El hecho que una mujer que fue agredida físicamente tuvo que esperar más de un mes para recibir una repuesta de la fiscalía ya es algo que nos debería poner a pensar. También hay un gran problema con el poder que se le da a los hombres en la sociedad. Es un poder que no tiene regulación, es un poder que nosotros apoyamos y hasta alimentamos. Sin embargo, me desvío, porque ese es un problema cultural que necesita más que un artículo para resolver. El estado de las instituciones que se supone que nos protegen es preocupante, el hecho que las mujeres están en una posición tan vulnerable es preocupante, y el hecho que no se comunica de forma abierta es más preocupante aún. Esto es un llamado de atención a los a las personas que no permiten el abuso hacia las mujeres, a las personas que actúan, a las personas que no use acomodan al status-quo al ser afrentados con injusticias: hay que hacer responsable a nuestras instituciones y hay que pelear contra estas injusticias. El silencio es más fácil, pero nunca generará cambio. Usemos el ejemplo de esta mujer, una mujer fuerte, resiliente, persistente, una mujer abusada que se convirtió no solo en víctima de su padre sino que también del sistema fallido de nuestras instituciones. Usemos este ejemplo para generar cambio, empezar conversaciones, usar nuestros recursos para llevar a cabo un cambio que proteja a las mujeres vulnerables en situaciones abusivas. Solo así lograremos dar un paso en el camino hacia una sociedad segura, sana, y próspera.
Escrito Por: Carolina Mejía Rodríguez
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